Un 19 de agosto de 1839 nace en París la fotografía post-mortem, una práctica que en estos días nos puede parecer tenebrosa, pero que tenía una lógica en la época.
En Reino Unido, la época victoriana (situada por algunos historiadores entre 1832 y 1901, durante casi todo el reinado de Victoria I) marcó el clímax de su Revolución Industrial y del Imperio. Durante el denominado Victorianismo temprano (1837-1851), el pueblo fue víctima de muchas epidemias, como el tifus y el cólera. El promedio de vida era de unos 40 años. la muerte de los adultos provenía de la tuberculosis, mientras que la de los niños era el sarampión, la viruela y el hambre. Se calcula que el 15% de los bebés morían al nacer.
Fue en la época victoriana cuando el daguerrotipo se dió a conocer al mundo. La técnica, anunciada oficialmente con bombo y platillo por Luis Daguerre en 1839, inmediatamente se popularizó con un medio asequible de obtener un retrato. Hay que recordar que los tiempos de exposición eran largos, lo que implicaba posar durante varios minutos frente a la cámara. Pronto los victorianos vieron en el daguerrotipo un modo de homenajear a los muertos, los cuales habitualmente no habían dejado ninguna imagen en vida. Poseer un daguerrotipo del difunto era además, una consolación para sus familiares. Esta práctica se extendió rápidamente por todo el mundo. En México, la fotografía post-mortem, que se aplicaba principalmente a los niños, era un recuerdo y un consuelo muy valioso que además significaba el ascenso al cielo. Las imágenes conservaban el recuerdo del desaparecido a la vez que amortizaban la pena y se convertían en objetos de culto.
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